Todavía quedan muchas barreras reglamentarias para llegar a la autorización del consumo de insectos en la UE a gran escala. En un reciente dictamen, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (AESA) expone una serie de preocupaciones importantes en relación con el consumo de grillos domésticos, uno de los insectos de cría más prometedores en materia de nuevos alimentos.
Entre los riesgos identificados figuran: un número de bacterias aerobias elevado, la supervivencia de las bacterias esporuladas después del tratamiento térmico, la alergenicidad de los insectos y de los productos derivados de insectos, y la bioacumulación de metales pesados (principalmente de cadmio).
Otros peligros, como los parásitos, los hongos, los virus, los priones, la resistencia a los antibióticos y las toxinas se han clasificado como de bajo riesgo.
En el marco de la legislación europea de 2015 sobre los nuevos alimentos, los insectos destinados al consumo humano en Europa deben pasar por un procedimiento de autorización para su comercialización en el mercado comunitario.
Otro asunto que los productores europeos quieren que avance es la autorización para utilizar estiércol o restos de cocina como alimentos para criar insectos.
En respuesta a una pregunta parlamentaria, el comisario europeo de Sanidad, Vytenis Andriukaitis, señaló que podría estudiarse una revisión de la lista de sustancias prohibidas para alimentación animal si los insectos alimentados con estas sustancias no se utilizan ni como alimentos para el ganado ni como productos alimentarios. En cualquier caso, tal revisión requeriría una opinión favorable de la AESA.
La plataforma sobre los insectos para la alimentación humana y animal (IPIFF) ha organizado para el 6 de noviembre en Bruselas su segunda conferencia sobre el tema de la “contribución del sector europeo de los insectos a cadenas de valor competitivas y sostenibles”.
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