Tres años es un periodo de tiempo más que suficiente para hacer un balance de la gestión de Luis Planas como ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación. Y este no puede ser más negativo. Respecto a la Política Agrícola Común (PAC), no ha pactado con las comunidades autónomas la posición que ha defendido en Bruselas; tampoco ha presentado a los consejeros de Agricultura un solo papel con sus propuestas de aplicación en España de esa nueva PAC.
Las modificaciones que ha hecho de la Ley de la Cadena Alimentaria no funcionan, como se está poniendo de manifiesto en el caso de la situación actual del sector lácteo. Con Planas en el Ministerio, el campo español ha conocido la mayor oleada de protestas y movilizaciones de las tres últimas décadas y, por supuesto, de este siglo. La llegada de la pandemia puso punto final a las manifestaciones y los compromisos que adquirió Planas para poner en marcha mesas de diálogo se han quedado en papel mojado, porque, o bien no se han reunido, o bien lo han hecho en una o dos ocasiones.
Entre los ejemplos de la «no gestión» de Luis Planas y su pasotismo figura también la no defensa de los ganaderos ante los ataques recogidos en el último documento presentado por Pedro Sánchez con 2050 como horizonte; asimismo, tampoco ha defendido los intereses de los ganaderos en el conflicto del lobo, primando las tesis de la vicepresidenta y ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico Teresa Ribera. La puntuación de Planas sería de 1 por aquello de reconocer que hay días en los que va al Ministerio. ¿A qué dedica su tiempo? Pues al «savoir vivre» y a trabajarse ahora el Ministerio de Asuntos Exteriores.