El Fondo Español de Garantía Agraria (FEGA) ha hecho un balance positivo del segundo año de aplicación del régimen de reverdecimiento de las ayudas de la PAC desde el punto de vista medioambiental. Señala que en 2016 se consolidaron los efectos verificados el año anterior.
De acuerdo con el informe que ha publicado, casi 40.000 explotaciones incrementaron el número de cultivos para cumplir con el criterio de diversificación; se utilizaron 709.998 hectáreas de cultivos fijadores de nitrógeno y 969.662 hectáreas de barbechos sin producción para el cómputo de superficies de interés ecológico (SIE) y aumentó la superficie de pastos permanentes designados como medioambientalmente sensibles en zona Natura 2000.
Como ya adelantamos en esta web, en el caso del criterio de diversificación, las 40.000 explotaciones que incrementaron el número de cultivos distintos respecto al año anterior se sumaron a las 56.000 que ya lo hicieron en 2015 respecto a 2014.
En relación con los pastos permanentes, el informe precisa que se ha calculado que el ratio de pastos permanentes declarados con respecto a la superficie agrícola total declarada no ha disminuido más de un 5% ni en 2015 ni en 2016, tal y como establece la normativa comunitaria. Añade que, según los datos más recientes, existen un total de 6,74 millones de hectáreas de pastos permanentes ubicados en zona Natura 2000, de los que 2,49 millones de hectáreas se consideran medioambientalmente sensibles (+21% respecto a 2015).
En cuanto a las superficies de interés ecológico, los datos correspondientes a 2016 muestran que los agricultores optaron por la siembra de cultivos fijadores de nitrógeno en 709.998 hectáreas, un dato muy similar al del año anterior (711.241) . Los barbechos computables como SIE representaron una superficie de 969.662 hectáreas, algo inferior a las 975.494 de 2015.
El informe subraya que, desde el punto de vista medioambiental y de la mitigación del cambio climático, la aplicación de estas medidas «influye de manera favorable en la reducción de la erosión de los suelos españoles, al incidir en la mejora de la estructura de los mismos por la introducción de diferentes cultivos, evitando el monocultivo. Asimismo, se mejora el contenido de materia orgánica de los suelos, lo que redunda en una mayor capacidad de retención del agua, además de aumentar la biodiversidad, al introducir nuevas especies y variedades en las explotaciones».