Se rematan las siegas de cereales de otoño-invierno en las parcelas más tardías, mientras comienza la del maíz en las comarcas más precoces y se recolecta la pipa de girasol en la mitad sur de la península; las máquinas han entrado ya en las parcelas de tomate para conserva de Extremadura, al mismo tiempo que han arrancado, y poco a poco se van generalizando, las tareas de vendimia en las zonas más tempranas; la recogida de algunas frutas en la Cuenca del Ebro está en su pleno apogeo, lo mismo que la de melones y sandías en Castilla la Mancha; otro tanto se puede decir de la patata, mientras que en los huertos para consumo propio los hortelanos rematan las tareas y se recogen ya pimientos, tomates, pepinos o calabacines, entre otros productos; las labores de riego se encuentran en su momento más álgido con las reservas de agua bajo mínimos. Son tan solo algunos ejemplos de las muchas tareas en estos momentos en el campo, en su vertiente agrícola.
En el caso de la ganadería no hay descanso posible, porque los animales comen todos los días y también se ponen malos. Cada jornada toca ordeñar a las vacas, ovejas y cabras. Hay que comprar los piensos y prestar atención a la alimentación de toda la cabaña. En estos momentos más que nunca es necesario cuidar su salud, justo cuando proliferan los ataques de pequeños mosquitos que inoculan y transmiten enfermedades, que es una de las principales preocupaciones de los ganaderos en estos momentos. Garantizar el abastecimiento de agua en esta época de sequía es otra de las prioridades. Vamos, que en la actividad ganadera tampoco hay descanso posible, ni en agosto ni durante el resto de los meses, en los que también se debe prestar atención a la evolución de los precios.
Sin embargo, eso no impide que unos y otros, agricultores y ganaderos, dediquen estos días a disfrutar de la principal oleada de fiestas patronales que se celebra en nuestros pueblos. Son jornadas en las que muchos habitantes de las ciudades se desplazan hasta esas pequeñas localidades que durante la mayor parte del año se encuentran casi vacías y con la población envejecida. ¡Quién lo diría durante estas jornadas, cuando sus calles y plazas están llenas de vida y de actividad, con los niños y jóvenes jugando, paseando en bicicleta o disfrutando de los actos festivos! Esta que acabo de describir es la realidad de nuestros pueblos y ciudades durante este largo puente: mucha actividad en el campo, mientras los despachos se encuentran vacíos, lo mismo que muchas calles de nuestras urbes, todo lo contrario que esos pueblos repartidos por toda la geografía, que bullen de actividad y alegría.