Lo que sucede por ahí fuera, repercute mucho aquí, dentro de España. Me refiero en especial a las cuestiones comerciales. Ahí van dos ejemplos de esta misma semana. Primero, el mercado de los cereales con precios a la baja en el mercado interior, que vienen provocados en gran medida por lo que sucede en el mercado mundial. Este último se caracteriza en estos momentos por la abundante oferta debido al aumento de las previsiones de producción de trigo en Rusia, con muchas existencias para exportar; desde Ucrania también necesitan vender y compiten a la baja con los precios rusos.
Frente a esa oferta abundante, la demanda de granos no tira. Más: Francia tiene este año mucho trigo para pienso y uno de sus destinos preferentes es España; en Brasil está terminando la segunda cosecha de maíz y también tiene prisa por vender y en Estados Unidos se pueden alcanzar rendimientos históricos de este cereal. Ignorar todo lo anterior es engañarse a uno mismo. En principio, son malas noticias para los agricultores y buenas para los ganaderos.
Segundo ejemplo: China ya concreta las represalias contra productos agroalimentarios europeos. De entrada, ha abierto una investigación a los lácteos, por lo que, de momento, España no es de los Estados miembros de la UE más perjudicados. Otro cantar será si las autoridades de Pekín ponen en el objetivo todavía más a la carne de porcino; en ese caso nos afectaría de lleno. Y ya que hablo de China, las relaciones de todo tipo, especialmente las comerciales, entre este país y Estados Unidos serán uno de los asuntos a seguir muy de cerca durante el próximo curso, una vez que pasen las elecciones «yanquis».
No será lo mismo que al frente de este último país esté Trump, que llegue a la Casa Blanca Kamala Harris. Con el primero tenemos guerras comerciales aseguradas, no solo con China, sino que es posible que también las haya con la Unión Europea (UE). A este respecto cabe recordar que sigue sin solucionarse el contencioso que afecta a la exportación de algunas variedades de aceituna negra española a Estados Unidos, algo que ha recortado mucho nuestros envíos.
Por cierto, Luis Planas lleva seis años y dos meses y medio como ministro de Agricultura: ¿Qué ha hecho en este largo periodo de tiempo para contribuir a solucionar este problema, aunque no sea una competencia directa suya? Pues la verdad es que, si ha hecho algo, no ha tenido éxito que digamos. Y, ya de paso ¿Qué es de su vida? Se ha tomado las vacaciones tan en serio que llevamos casi cuatro semanas sin saber de sus andanzas. En eso, en desaparecer, sí que es un auténtico maestro y cosecha un éxito tras otro.
