El período 2010-2019 ha sido la década más cálida jamás registrada, según indica la Organización Meteorológica Mundial en su último informe. En este lapso de tiempo, y a pesar de estos récords, las actuaciones políticas no parecen ser acordes a la gravedad de la situación, contribuyendo a un repunte del hambre y a poner en peligro las capacidades de almacenamiento del planeta, así como las de los bosques.
“Esta claro que las políticas actuales no contemplan el aumento del calentamiento global por debajo de los 2ºC, e incluso por debajo de 1,5ºC, como lo preveían los Acuerdos de París”, lamentaron investigadores en un artículo publicado en Nature a principios de marzo.
Esta conclusión se basa en un análisis de los diez últimos informes del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUE) que evalúan la diferencia entre las declaraciones de intenciones de los países y sus reducciones efectivas de emisiones de gases de efecto invernadero.
Modo crisis
Según los investigadores, para limitar el aumento de temperaturas a 2ºC de cara a 2100, las emisiones mundiales deben a partir de ahora disminuir un 7% por año hasta 2030. Sin embargo, esta trayectoria es más ambiciosa que los objetivos que se han fijado los países en los Acuerdos de París, objetivos que no están, en este momento, acompañados por políticas claras en siete de los países del G20, entre ellos Brasil y Australia.
Comparando las estimaciones para 2030 realizadas en 2015, y las de 2018, los investigadores estiman que la Unión Europea es el único gran emisor dispuesto a poner en marcha las políticas que permiten reducir sus emisiones como consecuencia de los Acuerdos de París. Para los demás, la diferencia entre los compromisos y la evolución de las emisiones “es tan grande que los Gobiernos, las empresas y las comunidades deben poner en marcha el modo crisis”, indicaron los investigadores.
La vuelta del hambre
La inacción parece incluso más grave, como recuerda la Organización Meteorológica Mundial en un informe publicado recientemente. Los acontecimientos climáticos extremos son “factores claves en el incremento reciente del hambre mundial”. Para 12 de los 26 países que padecieron crisis alimentarias en 2018, la variabilidad climática y los acontecimientos meteorológicos serían los factores principales.
A finales de 2019, indica la agencia, “22,2 millones de personas se encontraban en inseguridad alimentaria”, una cifra algo inferior a la que se registró durante la sequía de 2016. Además, los científicos prevén que la invasión de la langosta en el Cuerno de Africa, ligada a las precipitaciones, “podría continuar hasta junio de 2020 con una amenaza grave para la seguridad alimentaria”.
El fin de los sumideros de carbono
Existe otra consecuencia del calentamiento: los bosques tropicales habrían alcanzado su pico de saturación en carbono, con una aceleración de la mortalidad de los árboles, como muestra otro artículo publicado en Nature. En el caso de la Amazonía, el potencial de almacenamiento, que disminuye desde 2010, “continúa descendiendo y podría alcanzar cero a partir de 2035”, según los autores.
En este horizonte, la Amazonía podría convertirse en emisor neto de carbono. “Cuando uno de los mayores sumideros de carbono de la tierra se debilita, es necesario evitar que los bosques tropicales agraven el problema del cambio climático”, declaró Simon Lewis, uno de los autores del estudio, investigador de la Universidad de Leeds.
Entre las numerosas implicaciones políticas de estos resultados, Simon Lewis y sus colegas estiman que “los datos nacionales de gases de efecto invernadero exigirán una aumento de la vigilancia de los bosques”. La COP26, que tendrá lugar del 9 al 19 de noviembre de 2020 en Glasgow, revelará la posición de los dirigentes del mundo frente a estos fracasos.