Hoy toca hablar de los costes de producción, uno de los problemas más graves que tienen planteados el campo español. Y comienzo con un ejemplo. Este verano hemos hablado largo y tendido de las vacas que se estaban llevando al matadero y de la posible escasez de leche y de los productos derivados como la nata.
Hoy ya tenemos cifras concretas: durante el primer semestre del año se han sacrificado 84.000 vacunos más que el año pasado en ese mismo periodo, lo que supone un incremento del 7,3 por ciento; la mitad de ese aumento, 40.000 corresponde a las vacas, lo que supone el 23,5 por ciento más. Son datos del Ministerio que seguramente van a subir en los meses de julio y agosto.
¿Por qué se envían más animales al matadero? En el caso de las vacas de leche, porque la subida de los costes de producción, desde los piensos a la electricidad, por poner solo dos, hace que los animales que menos leche producen no sean rentables; a ese hecho se suma que los precios de la carne son elevados y resultan muy atractivos para los ganaderos. En el caso de los animales destinados a carne, los ganaderos, debido también a la subida de los costes de producción, no reponen toda la cabaña que mandan al matadero, lo que reduce el censo.
Si cambiamos de tercio, la sementera de los cereales está a la vuelta de la esquina. Muchos agricultores me han trasladado sus dudas en estas últimas semanas, expresadas en la siguiente pregunta: ¿pero quién se va a atrever a sembrar con los costes de producción por las nubes? Puede que en algunos casos esa duda sea retórica o la típica queja, pero también es posible que en otros tenga un trasfondo de realidad importante. Puede que se hayan puesto a hacer números y esos solo salgan si los precios de los cereales se mantienen en niveles muy elevados y llegan así a septiembre del año que viene. Pero, claro, eso de que las cotizaciones de los cereales sean altas no está garantizado, mientras que los costes de producción por las nubes sí.
Pondré el caso de los fertilizantes: sus precios seguirán muy elevados, más si se tiene en cuenta que el gas sigue disparado; con la electricidad sucede otro tanto. Y así podríamos seguir. Por eso no es extraño que muchos agricultores se estén pensando si siembran, o no, y dejan descansar la tierra un año. ¡He ahí la gran duda: sembrar o no sembrar!