Un viejo proverbio chino dice que cuando el sabio señala la luna, el necio mira el dedo, cuando el dedo y la luna pertenecen a dos realidades distintas. Me recordó este cuento el ver cómo, ante las declaraciones sobre la dudosa calidad de la carne española realizadas en un periódico extranjero por un ministro español, se produjeron decenas de artículos, declaraciones y comentarios en los medios de comunicación, centrados en si había dicho o no lo que parecía haber dicho y si la carne española tenía calidad o no, si se refería al vacuno o al porcino, si la concentración dañaba al medio ambiente, si… Todos mirando al dedo, aunque espero que algunos lo hicieran impulsados por sus emociones.
La luna dice que a ningún consejero independiente de un Consejo de Administración, por sentido común y educación, se le ocurriría criticar la adopción de una medida de la que es competente ese Consejo. Primero dimites y luego criticas.
La luna es pegarte un tiro electoral en el pie y otro en el de tus compañeros de gobierno, denigrando la calidad de un producto que constituye las mayores producciones agrarias de la Comunidad Autónoma más agraria de España… cuando ya se está en ella en periodo electoral. Con estos amigos…
La luna es, infantilmente, querer ampararte en que el periódico no ha recogido bien tus declaraciones, cuando todos a los que nos han hecho entrevistas conocemos que eso puede pasar y, si realmente te preocupa que suceda, o te mandan las preguntas previamente, contestas en casa y la remites hecha, o les pides que antes de publicarla te la envíen para su visto bueno definitivo.
Y la luna, la parte más visible de ella, es que se ha denigrado un producto de alimentación de tu país, cuando el sector es el más competitivo mundialmente y el producto el segundo más exportado. Vas a hacer un daño profundo y de difícil reparación, pues para el común de los mortales la carne es carne y no le expliques si las macrogranjas de Castilla deterioran la sensibilidad de los lagomorfos en ellas criados, deteriorando las cualidades de su carne. Nadie entenderá otra cosa: la carne española es de mala calidad. Lo dice su gobierno.
Se ha denigrado un producto de alimentación de tu país, cuando el sector es el más competitivo mundialmente y el producto el segundo más exportado
Cuando en mayo de 1981 se produjo la mayor intoxicación alimentaria del mundo al derivar para consumo humano, en España, un aceite de colza francés que se había importado para uso industrial, el llamado síndrome tóxico, el caos informativo era de tal calibre que, temiendo lo peor, a finales de julio el presidente de la FIAB, Federico Riera Marsá y yo, fuimos a Moncloa a hablar con el Presidente Leopoldo Calvo Sotelo, de UCD. Le llevamos un dosier informativo aclarando que España no producía colza y que el aceite de oliva no había tenido nada que ver con la tragedia. Le pedimos que lo hiciera llegar a todas las embajadas para que los distintos gobiernos pudieran estar informados.
El Presidente no hizo nada, lo que no era inusual en él, pero nuestros competidores sí y lo hicieron tan bien que a finales de septiembre se cerró la exportación al aceite de oliva español en todos los países del mundo. Los daños fueron tan persistentes que cuando cinco años después entramos en el denominado “Mercado Común” aún seguía cerrado el mercado de Arabia Saudita.
Algo parecido sucedió algunos años después cuando una ministra de Sanidad, de profesión ama de casa (no solo hemos tenido filósofos en ese “irrelevante” ministerio), nombrada por el PP, no se sabe aún si por un ataque de celos con su colega de Agricultura, emitió una alerta sanitaria injusta sobre el aceite de orujo de aceituna. Los daños económicos fueron cuantiosos y no solo sobre ese honrado producto, sino que se alteró también la exportación del aceite de oliva: nuestros tradicionales competidores se encargaron de que la noticia la conocieran nuestros clientes extranjeros y a ver quien les explica la diferencia entre ambos aceites a un consumidor de Ohio.
En esta ocasión firmé una demanda judicial contra la ministra por decisión improcedente; demanda que gané en el Tribunal Supremo siete años después, aunque sin que tuviera ninguna repercusión sobre la evolución política de la interfecta, que siguió ostentando cargos relevantes en el “tiovivo” de la política.
Si yo tuviera responsabilidades en el sector cárnico estaría ya recopilando datos sobre la evolución de las ventas y de las pérdidas de clientes, para ir preparando la demanda contra el gobierno
Los daños sobre la exportación de carne se habrán empezado a producir. En porcino USA, Alemania y Holanda son fuertes competidores. En bovino, USA y China. En cordero Australia y Nueva Zelanda. Sus vendedores ya deben estar distribuyendo en mano las declaraciones del ministro. Si yo tuviera responsabilidades en el sector cárnico estaría ya recopilando datos sobre la evolución de las ventas y de las pérdidas de clientes, para ir preparando la demanda contra el gobierno por los daños y perjuicios producidos por el atentado perpetrado contra el honor y buen hacer de este sector. Algunos eminentes juristas ya lo han destacado.
Y para resaltar aún más las vueltas que damos a nuestro ombligo, manifestar que, en uno de mis últimos viajes a China, antes de la pandemia, visité la provincia de Henan viendo diversas instalaciones ganaderas. En la ciudad de Nanyang empezaba a construirse una instalación para la producción de cerdos, en un edificio de 12 plantas, automatizado, casi autosuficiente energéticamente, con nivel de bioseguridad P1, tratamiento y reutilización de las aguas residuales, producción de metano y tratamiento de lodos. Pensaba albergar más de 85.000 madres produciendo más de dos millones de cerdos al año. Y por cierto, China y Hungría son, con España, los mayores exportadores de lagomorfos, vulgo, conejos…