A la segunda va la vencida. Esta vez sí, Isabel Díaz Ayuso ha incluido la agricultura en el nombre de la consejería que se ocupará de las competencias en materia agraria. Ayer anunció que se crea la Consejería de Medio Ambiente, Vivienda y Agricultura. Qué lejos quedan aquellos tiempos, año 2008, en los que Esperanza Aguirre suprimió, no la Consejería de Agricultura, que no existió nunca en sus Gobiernos, sino la Dirección General de Agricultura, y difuminó estas competencias en la Dirección General de Medio Ambiente.
Esto de que haya, o no, una consejería que lleve el nombre de Agricultura puede parecer un tema menor, pero no lo es. Se trata de un mensaje claro, de un símbolo, de un emblema. Y los símbolos también son importantes. Un ejemplo, sin salirnos del PP: no se puede ir pregonando a los cuatro vientos que la agricultura, la ganadería y la alimentación son importantes, y, luego, no incluir a personas que sepan de estos asuntos en los puestos de salida de las listas al Parlamento Europeo, como hicieron hace dos años Pablo Casado y Teodoro García Egea. El compromiso hay que demostrarlo con acciones, como ha hecho ahora Isabel Díaz Ayuso, que prometió en este programa que iba a prestar atención al campo de Madrid y ha comenzado a cumplirlo.
Este hecho es todavía más significativo si tenemos en cuenta que, ahora, y de cara a la crisis de Gobierno que se anuncia para las próximas semanas, vuelve a correr peligro la existencia como tal del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. Luis Planas quiere huir de este departamento lo antes posible y se está trabajando el Ministerio de Asuntos Exteriores. Por otro lado, se pretende reducir el número de Ministerios. Visto lo anterior, una de las posibilidades que se barajan es volver a fusionar el Ministerio de Agricultura con el que ahora es de Transición Ecológica, que heredó las competencias anteriores en materia de medio ambiente. El problema es que, si esta fusión llega a plasmarse en la realidad, al frente del nuevo Departamento que se crearía, estaría Teresa Ribera, con todo lo que eso significa.
Tan solo hay que recordar las últimas iniciativas que ha adoptado en estos últimos meses y que se pueden resumir en un ejemplo de esta semana: Ribera ha dicho que, a finales de septiembre, sí o sí, se prohibirá de todas, todas, la caza del lobo, digan lo que digan las organizaciones agrarias y los consejeros de las Comunidades Autónomas. En resumidas cuentas, que el Ministerio de Agricultura peligra por partida doble: primero, porque puede desaparecer como tal, y, segundo, porque la política agraria puede quedar en manos de Teresa Ribera.