Los efectos del cambio climático, como una gran abundancia de lluvias en el norte y en el occidente peninsular, las altas temperaturas y la ausencia de heladas, han provocado que este invierno haya una gran producción de setas comestibles como el níscalo, el boletus o la trufa.
Así lo ha resaltado el director de la Cátedra de Micología de la Universidad de Valladolid, Juan Andrés Oria, que ha apuntado, no obstante, que hay zonas como Cataluña o Levante donde la falta de lluvias no ha acompañado esta tendencia.