AGROPOPULAR pretende ser un reflejo de lo que sucede en el campo y en nuestros pueblos cada día. Por eso, hoy toca referirse a dos hechos que, en principio, son contradictorios: las fiestas patronales, motivo de alegría, y la sequía, causa de tristeza y preocupación. Vamos, la cara y la cruz de la vida misma. Comencemos por lo alegre, por la cara. Estas semanas los pueblos bullen de actividad: los niños y las niñas jugando por sus calles casi en total libertad, hay ambiente en los bares, se nota que hay vida. En este puente que tenemos por delante, la actividad y el bullicio aumentan todavía más con la celebración de la mayor oleada de fiestas patronales de todo el verano.
Son momentos para el disfrute, para olvidarse, dentro de lo posible, que seis meses después, una vez superado el ecuador del invierno y en torno al día de los enamorados, esos mismos pueblos estarán prácticamente vacíos y sin vida. Y es momento también para olvidarse por unas horas de la grave situación por la que atraviesa el campo español a causa de la sequía, aunque en algunas de esas localidades repartidas por toda la geografía tampoco podrán hacerlo, porque tienen restricciones de agua y los vecinos deben salir a rellenar sus recipientes cuando llegan los camiones cisternas, aunque estén de fiestas.
¿Qué han hecho Sánchez, Ribera y Planas?
Esa es la cruz de la situación actual, porque España, al igual que otros países de nuestro entorno, como Marruecos por el sur, y Francia, Alemania y el Reino Unido por el norte, atraviesa por una grave situación de sequía, que, unida a las altas temperaturas, ha provocado ya importantes daños en el campo, como venimos contando aquí durante las últimas semanas. Está claro que esta crisis no es culpa del Gobierno, que, por mucho que su Presidente, Pedro Sánchez, esté endiosado, todavía no tiene la capacidad de hacer llover y bajar las temperaturas. Pero sí es responsabilidad del Gobierno, y más en concreto, de su vicepresidenta Teresa Ribera y de su ministro de Agricultura, Luis Planas, adoptar medidas para paliar en lo posible la crisis y ayudar a los afectados.
Según las cuentas que hemos echado, los daños se aproximan ya a los 10.000 millones de euros. Un ejemplo: solo en el subsector del aceite de oliva las pérdidas ascienden a casi 2.000 millones. Y, frente a esta situación ¿Qué han hecho Sánchez, Ribera y Planas? Pues se han marchado de vacaciones sin convocar las mesas de la sequía, tanto hidrológica como agraria. Sánchez, Ribera y Planas se han puesto el traje de fiesta o de playa y, ahí están, de chiringuitos.