Bruselas podría proponer la prohibición de otro fitosanitario: el clorpirifós

Imagen de archivo.

La Comisión Europea podría proponer próximamente que no se renueve la autorización para la comercialización en la UE del clorpirifós, un insecticida utilizado en el cultivo de frutas y hortalizas.

Muchos estudios científicos consideran que es una sustancia que altera el sistema endocrino. Por ejemplo, se ha constatado un aumento de la frecuencia de autismo y lesiones cerebrales precoces en niños expuestos a la misma en la fase prenatal y tras el nacimiento.

La autorización actual del clorpirifós expira el 31 de enero de 2020. Actualmente, la sustancia es objeto de una evaluación científica por parte de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (AESA), ya que se ha presentado una solicitud para su reautorización, aunque lo más probable es que se deniegue.

Ya hay ocho Estados miembros de la UE que tienen prohibida su utilización mientras que está autorizado en los otros veinte, entre ellos España, Francia e Italia.

Los residuos de clorpirifós son los que se encuentran con más frecuencia en los alimentos analizados, según el informe anual de la AESA relativo a los residuos de pesticidas.

En los países donde está prohibido su uso también se ha detectado su presencia debido a la circulación de los alimentos tratados en el mercado interior europeo. Es el caso de Suecia o Dinamarca, donde se ha confirmado en la orina de mujeres de mediana edad (un grupo con un consumo elevado de frutas y hortalizas) y en niños. Está prohibido asimismo en Finlandia, Alemania, Irlanda, Letonia, Lituania y Eslovenia. Fuera de la UE no está autorizado en Noruega, Islandia y algunos estados americanos, aunque a nivel federal la administración Trump tiene bloqueada su prohibición desde 2017.

Daños neuronales

Muchos científicos reclaman su prohibición debido a su peligrosidad para la salud humana. Los profesores Philippe Grandjean, de la Escuela de Salud Pública de Harvard en Estados Unidos y de la Universidad de Dinamarca Sur, y Thomas Backhaus, de la Universidad de Gotemburgo (Suecia), aseguran que los daños neuronales relacionados con esta sustancia se han confirmado con las dosis más bajas detectables. “No hay una dosis aceptable para evitar el daño cerebral”, aseguran, la dosis tolerable de consumo “debe ser cero”.

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