El sistema de producción de cereales y oleaginosas, desde el campo al consumo humano de los productos finales, constituye el corazón del sistema alimentario español.
Cereales y oleaginosas son las materias primas imprescindibles para el funcionamiento de las industrias de fabricación de piensos, harinas, maltas, sémolas… Además de en las industrias de segunda transformación de pan y bollería, pasta, cerveza, almidones, etc., es el ingrediente principal para la producción de carne y leche.
Dentro del sistema español de distribución de cereales y oleaginosas se encuentran multitud de empresas familiares junto a algunas de las mayores firmas mundiales. Cada parte del eslabón aporta su ‘granito de arena’ en la medida de sus fuerzas. Y lo hacen muy bien.
A pesar de ser un país extremadamente deficitario en estas materias primas, con nuestras cosechas de ‘dientes de sierra’ que incluyen campañas como la que se nos viene encima con una producción muy por debajo de la media, nos hemos convertido en el segundo mayor productor de piensos de la Unión Europea con 35 millones de toneladas anuales y nuestras exportaciones de carne viajan por medio mundo.
Desde el pequeño almacén que colabora con los agricultores locales hasta la gran multinacional que proporciona las importaciones necesarias a través de nuestras instalaciones portuarias, contribuyen al funcionamiento de un sistema perfectamente engrasado que muestra un estado de vitalidad y fortaleza digno de alabanza.
¿Y el futuro?
El primer pensamiento que viene a la cabeza para responder a esta pregunta es algo obvio: Si algo funciona, ¿para qué cambiarlo?
Sin embargo, de un tiempo a esta parte, abundan comentarios que abogan por una especie de desmantelamiento de la base de esta cadena en favor de los supuestos beneficios de la concentración de oferta a nivel local; opiniones que auguran un sinfín de ventajas si se abandona el sistema actual de comercio. Y lo peor de esto es que políticos ignorantes les están haciendo caso, pegándose un tiro en el pie, y dopan a determinadas empresas operadoras de su gusto con cantidades ingentes mediante subsidios y subvenciones. Por si esto fuera poco, legislan a su medida y si caen, vienen enseguida con dinero público a su rescate.
Parece increíble el grado de insensatez que destilan estas actuaciones intervencionistas – no sólo en nuestro sector – que benefician a empresas concretas simplemente por su forma jurídica de constitución que, a no muy largo plazo, si no impera el sentido común, cercenarán para siempre la capacidad de negociación y elección del agricultor y que tras haber convertido la tarea del operador tradicional en heroica, terminarán por expulsar del mercado a cientos de empresas que han sido el germen de esta situación encomiable. Se olvidan de que esta posición de fortaleza a nivel internacional la hemos conseguido entre todos y, conscientes de ello o no, reinciden en atentar contra un sistema que demuestra día a día su validez.
Por todo esto, desde la Asociación de Comercio de Cereales y Oleaginosas de España, insistimos, como venimos haciendo desde siempre, en defender la libre competencia, en exigir la neutralidad jurídica de las administraciones como modo de salvaguardar y garantizar el futuro de todo un sector. No queremos que nos den nada pero que tampoco nos quiten nada. Dejen en paz a un sector que funciona, no sea que después tengamos que arrepentirnos todos.
Artículo de opinión de José Manuel Álvarez, secretario general de ACCOE