El ministro de Consumo, Garzón, ha pecado por acción; el de Agricultura, Planas, lo ha hecho por omisión o por desaparición. El primero realizó unas declaraciones a un medio británico en las que ponía en solfa a una parte de la ganadería española y a nuestro modelo de producción de carne. Primer problema: las manifestaciones en sí; segundo problema: que se han hecho en un medio extranjero perjudicando los intereses españoles; tercer problema, que el asunto ha tenido importantes repercusiones, no solo en el Reino Unido de la Gran Bretaña, sino también en otros medios de comunicación del Viejo Continente, en los que ahora mismo lo que menos apetece es comer carne española; cuarto problema, la repercusión en nuestro país, que también ha sido muy importante, hasta el punto de que el asunto se ha colado de lleno en la precampaña electoral de Castilla y León, una de las comunidades donde la ganadería tiene más peso. Es verdad que entre las reacciones de aquí ha habido muchas en contra de Garzón, pero, al final, lo importante es el poso que queda. Y ese poso de cara al consumidor de a pie, que no tiene por qué saber de los modelos de producción ganadera, es muy simple: «Algo debe pasar con la carne por el revuelo que hay, así que, por si acaso, voy a tomar mis precauciones y consumiré menos carne». El daño ya está ahí.
Mientras tanto, ¿qué es lo que ha hecho el ministro de Agricultura, Luis Planas, el teórico encargado de defender al sector agrario y al campo ante sus colegas de Gobierno y también ante la sociedad? Pues, lo habitual en él, quedarse callado y pasar desaparecido. Han saltado a la palestra otros ministros, presidentes socialistas de comunidades autónomas, en las que la ganadería es un sector económico clave, mientras el titular de la cartera de Agricultura ha estado callado, como si la cosa no fuese con él. Planas ha continuado con sus vacaciones que, por lo que se ve, son sagradas, sin que le haya importado lo más mínimo, por lo menos públicamente, lo que pasase al sector ganadero español, tanto dentro de nuestras fronteras como fuera. Garzón pecó por acción y Planas, por lo contrario, por omisión del deber de socorro.