La primavera comenzó el martes, 20 de marzo a las cinco y quince minutos de la tarde exactamente. Su duración será de 92 días, hasta el 21 de junio a las doce y siete minutos del mediodía, cuando dará paso al verano, según los datos del Observatorio Astronómico Nacional. Sin embargo, las bajas temperaturas que afectan a muchas zonas del país en estos días hacen pensar que el invierno todavía no ha terminado.
Rubén del Campo, técnico de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET), explicó en Agropopular –emisión del 17 de marzo-, que esta estación comienza con una duración del día y la noche prácticamente idénticas, pero poco a poco va ganando terrero la luz: al comienzo de la estación cada día es tres minutos más largo que el anterior (o cada noche tres minutos más corta).
En lo meteorológico, la primavera se caracteriza en general por presentar un tiempo más variable que en el resto de estaciones: a jornadas soleadas y temperaturas altas le suceden retrocesos invernales, con frío, lluvias e incluso nevadas.
También dentro del mismo día podemos sentir bruscos cambios de tiempo, en los que los ratos de sol dan paso a chaparrones intensos e intermitentes.
Todo esto ocurre porque a escala planetaria el sol comienza a calentar donde ha estado muchas semanas o meses sin hacerlo y “las piezas del puzzle atmosférico van poco a poco posicionándose a lo largo de la estación” para encajar en su posición veraniega: todo ello da lugar a un comportamiento de la atmósfera mucho más impredecible.
“La primavera, la sangre altera, especialmente la del meteorólogo”
Según Del Campo, es complicado saber qué va a ocurrir a cinco o seis días vista, pero también a corto plazo. Por ejemplo, las lluvias suelen caer más en forma de chubascos que de forma constante, y “es difícil afinar cuándo y dónde se va a producir ese chubasco”.
En resumen, podemos decir que “la primavera, la sangre altera, especialmente la del meteorólogo”.