Los graneros prehispánicos de Gran Canaria han permitido documentar por primera vez el uso del laurel como pesticida para proteger el grano de los insectos, una práctica que relatan los historiadores romanos como común en el Mediterráneo, pero nunca observada en ningún yacimiento.
Así lo recoge un estudio de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) y la empresa de arqueología Tibicena, que trata sobre las técnicas de conservación de los alimentos que se puedan apreciar en los silos de los primeros pobladores de la isla.
En concreto, el trabajo describe el alto grado de destreza de una sociedad anclada tecnológicamente en el Neolítico (como eran los aborígenes canarios),que logró conservar los alimentos en una isla con recursos limitados y sometida a sequías, plagas y hambrunas.
El laurel protege los alimentos porque sus aceites esenciales inhiben la germinación de los cereales, ralentizan la acción de los insectos y frenan los hongos
Los graneros cumplieron tan bien su función, que los arqueólogos han recuperado más de 100.000 semillas de cebada, trigo duro, habas, lentejas e higos, en los en los cinco graneros que han explorado para este trabajo.
No obstante, a ellos también les afectaban las plagas. En concreto, el gorgojo del trigo, una de las que más letales para los cereales y que llegó a Gran Canaria hace unos 2.000 años. Antes de la existencia de pesticidas modernos destruían como promedio del 15 al 20% del contenido de un granero
Según fuentes del estudio, los primeros pobladores de la isla, procedentes de África, introdujeron algunos conocimientos sobre la utilidad del laurel para proteger las cosechas. Al no disponer del laurel común del Mediterráneo (Laurus nobilis), utilizaron una variedad autóctona (Laurus novocanariensis) que contiene propiedades especialmente propicias para conservar el grano.
Este tipo de laurel protege los alimentos porque sus aceites esenciales inhiben la germinación de los cereales, ralentizan la acción de los insectos y frenan la proliferación de hongos.
