El otro día me enteré de que ASCEL (Asociación para la Conservación y Estudio del Lobo ibérico) se esconde tras el presunto asesoramiento científico, apoyo y consejo al Ministerio de Medio Ambiente en su decisión de declarar al lobo especie protegida al norte del río Duero.
Querida ASCEL:
Mienten cuando dicen que “solo hay futuro para el lobo en España sin caza ni control letal”. El lobo lleva cincuenta años aumentando su presencia en cantidad y en densidad, y recuperando territorio, a pesar de haber sido controlado y cazado en ese tiempo. De unos doscientos ejemplares hemos pasado a unos dos mil quinientos. Tiene el futuro asegurado. A pesar de vuestra autoimpuesta vitola de científicos, rascando sólo un poco se desmorona vuestro castillo argumental en defensa del lobo, especie magnífica que hay que conservar por otro lado. Pero esa conservación no debe pasar por su consideración de especie protegida en zonas donde lo que necesita es un control. Dos prestigiosos científicos que llevan estudiando mucho tiempo al lobo coinciden conmigo, y se sienten manipulados cuando se alude públicamente a “criterios científicos” para defender la necesidad o conveniencia de considerar “especie protegida” al lobo al norte del Duero. Pero no quieren manifestarlo públicamente entre otras cosas por miedo a que no los dejen trabajar más en lo que más les apasiona: el estudio no sesgado sobre las poblaciones de lobo.
El lobo no puede estar en áreas donde el 95% de su alimentación se fundamenta en especies domésticas (hasta el 98% se ha constatado en algunas áreas de Portugal por un exceso de protección). En muchos lugares es, directamente, incompatible con la ganadería local. Que el lobo no puede estar en cualquier parte casi siempre lo entiende bien un urbanita medio cuando le pido que se imagine a estos predadores por el parque de su ciudad comiendo perrinos que salen a pasear o a hacer sus necesidades; unos lobos adaptados hipotéticamente (hipótesis no tan descabellada como pueda parecer a simple vista) a una inacción humana sobre su control durante un tiempo prolongado. En el medio rural también tenemos perritos, y ovejas, y potros… Y no sólo los tenemos cariño, sino que intentamos vivir de lo que producen contribuyendo a alimentar sanamente a la humanidad.
No nos preocupemos por el precioso cánido salvaje: en Asturias tenemos lugares adecuados para la presencia permanente de poblaciones estables, dentro de esa gran subzona noroccidental de distribución que tiene en la Península Ibérica. Sin embargo, donde puede estar el lobo no puede ser casi nunca esperando su “autorregulación mediante su comportamiento territorial e inhibición reproductiva”, ni se puede esperar que sea la falta de alimento disponible la que lo frene. Las gráficas en inglés que nos mostraron en la Facultad de Biología eran falsas. Allí, las presas no eran repuestas constantemente por ningún ganadero.
“The control of nature is a phrase conceived in arrogance, born of the Neanderthal age of biology and philosophy , when it was supposed that Nature exists for the convenience of man…” Reza anglicanamente su página web que “El control de la naturaleza es una frase concebida con arrogancia, nacida de la era neandertal de la biología y la filosofía, cuando se suponía que la naturaleza existe para conveniencia del hombre.”
Rachel Carson, la autora de esa sentencia, fue una figura de notable valor en la indispensable concienciación de la sociedad hacia la conservación del medio ambiente, y apuntaba bien alto en su idea de lo que había que exigir para frenar el deterioro del ecosistema planetario al luchar contra el uso masivo de pesticidas en lugar de intentar reintroducir el lobo en Pensilvania, donde sus padres tenían una granja. Pero esta gran mujer supone demasiado en su anacronista máxima. Francamente me imagino más a un neanderthal buscándose la vida para sobrevivir con naturalidad que pensando que es el amo de la naturaleza. Yo barrunto más bien que como abstracción filosófica el malhadado antropocentrismo sea postneolítico.
Algunas personas que son precisamente un producto de esa falsa separación entre hombre y naturaleza siguen tendiendo a considerar toda acción humana como no natural. Craso error. La defensa que hace un pastor de su rebaño matando al lobo de turno es mucho más comparable a una competencia interespecífica entre predadores que a otra cosa. Matar a un lobo no es un acto artificial derivado de una concepción de la naturaleza antropocéntrica, sino un derecho natural del animal humano. Ya saben, como cuando un lobo mata a un zorro que opera en “su” territorio (¿»Su» territorio? ¿Desde cuándo el lobo lo considera suyo?). No es más suyo que de cualquier otro ser que lo habite, incluyendo el ser humano, sencillamente cada uno se busca la vida.
Como yo vivo en y del territorio comprendo esto muy bien, y sólo mi larga presencia en una ciudad y en la Facultad de Biología de una universidad me permite entender cuál es el error que opera en vuestras cabezas para que no os sintáis una parte más de la naturaleza. La idolatráis desde fuera. Por mucho que alguno de vosotros vaya a “nuestro” monte con frecuencia a estudiar torticeramente el comportamiento del lobo no estaréis nunca dentro de él hasta que viváis directamente en y del territorio.
Como especie tenemos desde luego una enorme capacidad de modificar el entorno que habitamos, lo que ha hecho que se llame a toda una era geológica como el Antropoceno, y por no administrar bien nuestras capacidades desde luego que estamos alterando un Orden (aunque cambiante también por sí mismo), destruyendo mucha riqueza biológica y, en definitiva, a nosotros mismos como especie. Nada que no pueda resetear un buen meteorito, por otro lado. El impacto global de las actividades humanas es enorme y admito que, para mi sensibilidad, desgraciadamente. Pero gran parte del esfuerzo del ecologismo malgasta un tiempo que habría que utilizar como Rachel Carson en lo importante de la lucha para acoplar los actos de nuestra especie a ese Orden. Lo malgastan en una pueril lucha simbólica.
Es mucho más valioso para mantener ese Orden estable salvar a la ganadería extensiva de muchos ecosistemas silvopastoriles que empeñarse en que haya una manada más de la cuenta en esos territorios. Porque a veces, donde cabe el lobo minimizando el conflicto, la diferencia está en el número de manadas que pueden sobrevivir basando su dieta en presas silvestres. Ni una más. En estos ecosistemas silvopastoriles suelen ser las especies-clave los ungulados domésticos, lo entenderán cuando abran sus mentes y aún mejor cuando reconsideren de verdad su condición animal. Son ustedes los que actúan impregnados de cierto antropocentrismo enfermizo al no querer considerar a mis ovejas y a mí mismo como una parte del ecosistema que habito. Creen o sienten que, por ser manejadas por un pastor, mis ovejas no son “naturales”. Craso error. Son la especie clave de la mayoría de los ecosistemas pastoriles, y en algunos lugares la presencia del lobo es incompatible con ellas. No pasa nada. En otras partes existen posibilidades de cohabitación, pero casi siempre actuando la población humana local como freno para que no pasen ese umbral que desequilibre la ecuación de un agroecosistema silvopastoril en donde, recuerdo, las especies claves que sostienen los biotopos abiertos son los ganados y los propios pastores. Lo siento por quienes se empeñan neciamente en no entenderlo.
Y es más valioso desde un punto de vista medioambiental salvar a la ganadería extensiva de un territorio que a la manada de lobos que sobra en este porque eso significa conservar una actividad que aporta recursos de una forma claramente sostenible. Es más, se trata de una actividad que tiene un gran valor ambiental derivado de los manejos humanos, porque el mosaico de sistemas vegetales que se genera aumenta incluso la biodiversidad silvestre que habría en ese territorio de no haber actividad humana. Y dirigir nuestros esfuerzos a lo importante para que nuestra especie respete el Orden pasa por reforzar, rescatar y reinventar actividades productivas sostenibles. Colateralmente salvaremos a nuestros símbolos, no hay duda, haciendo de la necesidad virtud.
No, el lobo no debe considerarse ni por asomo especie protegida al norte del Duero. Y hoy hablé más como biólogo que como ganadero.
Artículo de Xuan Valladares Álvarez, ganadero en extensivo y Dr. en Ecología por la Universidad Autónoma de Madrid. Secretario de Asturias Ganadera y Presidente del Foro Asturias Sostenible para el conocimiento y desarrollo del medio rural.