Loporzano es una pequeña localidad de la provincia de Huesca, que cuenta a su vez con varios anejos. Uno de ellos es Aguas. Pues bien, el nuevo Ayuntamiento, formado por 2 concejales de Loporvenir (incluido el alcalde), 1 del PSOE y 1 del Partido Aragonés Regionalista (PAR), frente a tres del PP, ha decidido días atrás que no concederá más licencias para la instalación de nuevos explotaciones ganaderas intensivas en el municipio y que tampoco permitirá la ampliación de las ya existentes. Eso ha pillado por medio a Nerea Sarasa, que quiere incorporarse a la actividad agraria y, para ello, ampliar la explotación de vacuno que tiene su novio allí. Estos son sus argumentos contenidos en una carta que hizo pública pocas horas antes de que se reuniese el pleno del Ayuntamiento.
Mucho me temo que esta situación no es exclusiva de Loporzano y que se puede hacer extensiva, en la actualidad o en el futuro, a otros pueblos de España en los que la despoblación es uno de sus principales problemas. No va a quedar más remedio que encontrar un punto de equilibrio entre los que quieren mantener una actividad agrícola y ganadera sostenible, como parece ser el caso de Nerea, y aquellos que se han vuelto a esos pueblos durante los últimos años y pretenden que la actividad económica de los mismos se oriente, por ejemplo, al turismo y a la naturaleza en detrimento de la agraria. De momento, en Loporzano lo que hay es una división entre sus habitantes y un aumento de la tensión vecinal, algo que nunca debería haber sucedido.
Y, no, no estoy hablando aquí de las explotaciones ganaderas intensivas e industriales con miles y miles de animales, con todo lo que eso lleva consigo y que cada día que pasa están cosechando más rechazo. Eso queda para otro día porque merecen atención aparte.
Editorial de César Lumbreras del 20 de julio de 2019