Una gran parte del campo español (porque como dice el refrán, nunca llueve a gusto de todos) tiene puestas sus esperanza en las lluvias que se anuncian para estos días. La situación es grave, tirando a muy grave, y es necesario que llueva porque las tierras están muy resecas y los embalses muy vacíos. Mientras tanto, el Gobierno Central y los de las Comunidades Autónomas miran para otro lado, como si la cosa no fuera con ellos. Las lluvias, en caso de confirmarse, mojarán la tierra, permitirán que se prepare para la próxima sementera, aliviaran la sed de los árboles frutales y permitirían que se salve algo, aunque muy poco, de la próxima cosecha de aceituna, tanto de mesa como para almazara. También favorecerán la próxima otoñada, clave para la montanera del cerdo ibérico, los pastos en el caso de la ganadería extensiva y lograrán que no sigan vaciándose los embalses, incluso que se recuperen algo, especialmente en las Cuencas del Guadiana y del Guadalquivir, las que se encuentran en peor situación. Para rematar, permitirían que hubiese una buena campaña de setas, actividad que genera importantes ingresos económicos en algunas zonas rurales. En el lago negativo, las precipitaciones anunciadas dificultarán las tareas de vendimia, que ya están generalizadas.
Mientras tanto, los agricultores y ganaderos siguen preocupados por los precios de sus productos, pero, sobre todo, por los costes de producción. Especial importancia revisten las cotizaciones de los cereales y la subida de los fertilizantes. En el caso de estos últimos los fabricantes descartan, salvo acontecimientos extraordinarios, que se vayan a registrar problemas de abastecimiento en España, dada la gran capacidad de producción que existe en nuestro país, muy superior a la oferta. Otra cosa son los precios que van a continuar en niveles muy altos por la confluencia de diversos factores, pero especialmente debido a la evolución del coste del gas, elemento clave en el proceso de elaboración de algunos tipos de los abonos; también hay que incluir a la electricidad, cuyo coste se ha disparado. Además de eso, están las subidas de precios que se han registrado en el mercado mundial, según destacan los fabricantes. En resumidas cuentas, que los costes de producción seguirán siendo muy elevados, por lo que, la lógica indica que los precios de los alimentos continuarán también siendo altos.
Artículo de opinión de César Lumbreras publicado en La Razón el 12 de septiembre