El ministro de Consumo, Alberto Garzón, ha insistido en regular el sistema voluntario de etiquetado frontal de alimentos Nutriscore, a pesar de las críticas en su contra vertidas por parte de las empresas del sector, y ha anunciado que le pedirá a la Comisión Europea que sea obligatorio.
«En nuestra intención no está, en absoluto, aplazar el Nutriscore. Es una herramienta que ya existe, lo que hacemos es regular lo existente», ha afirmado Garzón, que también ha destacado que el sistema es voluntario y no pueden obligar a adoptarlo, a la espera de que la Unión Europea aborde cambios en el etiquetado -bajo este modelo u otro-, de forma obligatoria.
«Lo que hacemos es regular que quien lo quiera poner lo ponga bien, dentro de unos estándares, y que funcione adecuadamente para que no se engañe al consumidor. Sin embargo, hay una reacción por parte de determinada gente, especialmente de la patronal, que está en contra», ha señalado el ministro.
También se ha referido a la reacción contraria de ciertos nutricionistas que creen que «es insuficiente», si bien ha defendido que Nutriscore es el sistema que ha recibido «mayor respaldo científico».
En este sentido ha mencionado la experiencia en Francia y Alemania, donde se ha visto que «el consumidor va cambiando progresivamente su pauta de consumo y el productor va cambiando su pauta nutricional», esto es, reformulando sus productos para reducir su cantidad de azúcar, grasas o sal, y mejorar así su clasificación.
«Dentro del propio Gobierno se tiene que aprobar» este etiquetado
En España, Garzón ha insistido en que una empresa puede no poner la etiqueta del Nutriscore en sus productos si estos salen mal puntuados, ya que se trata de una medida voluntaria hasta que no se implante de forma obligatoria en la UE.
«Dentro del propio Gobierno se tiene que aprobar» este etiquetado, ha enfatizado el ministro de Consumo, quien ha anunciado que el 30 de abril abordará la cuestión con la Comisión Europea para que el Nutriscore sea obligatorio.
Finalmente ha apuntado que, a su juicio, el problema es que este tipo de etiquetado solo abarca el ámbito nutricional y no otros como sus dimensiones «ecológica, laboral o de procesamiento», que también necesitan incorporarse y en las que están trabajando.