El Pregón. Ovejas que nos dan lechazos, fijan población, hacen de bomberas y conservan monumentos: ¿se puede pedir más?

Por César Lumbreras

¿Será el lechazo producido en España un producto de lujo con precios al alcance de solo unos pocos, como sucede ahora con las angulas o el caviar? ¿Estamos viviendo los últimos años del pastoreo como actividad ganadera por falta de rentabilidad de las explotaciones y de relevo generacional? Las dos preguntas están íntimamente relacionadas y sus respuestas también. Emitimos hoy desde Cubillo de Ojeda, acompañando a José Luis Fraile, un ganadero, a la vez que pastor, con su rebaño de 700 ovejas de raza churra pura.

Ayer, en poco más de una hora, mientras comíamos con él y parte de su familia, nacieron más de un decena de corderos y hubo que estar pendientes de los partos. Porque esta actividad de ganadería extensiva, de pastoreo, es muy esclava. Un ejemplo: dependiendo de la estación, José Luis saca a pastar a sus ovejas durante unas cuantas horas todos los días del año; en la época de la paridera, como ahora, hay que estar muy atentos para apartar a las madres y a los lechales del resto del rebaño. Otro ejemplo: los animales se pueden poner enfermos. En resumidas cuentas, no hay días libres, ni vacaciones.

¿Será el lechazo producido en España un producto de lujo con precios al alcance de solo unos pocos, como sucede ahora con las angulas o el caviar?

Es verdad que en estos momentos los precios de los corderos, incluidos los más pequeños, los lechales y lechazos, están en niveles históricos nunca alcanzados antes. Es verdad que este sector recibe ayudas directas de la Política Agraria Común (PAC). Y también es verdad que, ni sumando los ingresos procedentes de la venta de los animales y las ayudas de la PAC salen los números. Además, está el asunto del fraude con importaciones de animales pequeños procedentes de Francia, criados de otra manera, que se hacen pasar como si fuesen de origen español.

Todo ello, y lo esclavo de esta actividad ganadera, explica que no haya relevo generacional y que cada año que pasa se reduzca el número de explotaciones, de ganaderos y de animales. Por eso, no hay que descartar que, en unos pocos años, consumir un asado o unas chuletillas de lechal se convierta en un producto de auténtico lujo, como sucede hoy con las angulas o como el caviar. Y no exagero.

Las 700 ovejas de este rebaño limpian el terreno y evitan que haya incendios forestales

Además, se dan otras derivadas importantes. Si hay una actividad que mantiene y fija la población en los núcleos rurales y en las zonas más despobladas, esa es la ganadería extensiva. En Cubillo de Ojeda viven seis personas, la mayor parte de la familia de José Luis, el ganadero-pastor de ovino al que acompañamos hoy. Sin esta explotación, el número de habitantes todavía se reduciría más y puede que pasase a ser un pueblo deshabitado. Además, gracias a las ovejas, hay personas que cuidan de la iglesia de este pueblo, de origen románico, por lo que se mantienen nuestros monumentos y nuestra cultura.

Además, las 700 ovejas de este rebaño limpian el terreno y evitan que haya incendios forestales; vamos, que actúan como bomberas. Dicho de otra manera, gracias a esta explotación, tenemos un producto riquísimo, se frena la despoblación, se conservan los monumentos, la cultura y las tradiciones y se mantiene el terreno limpio. ¿Hay quién dé más? Sin embargo, insisto, esta forma de vida está en claro riesgo de desaparición. Habrá que aplicar el dicho popular, con un ligero cambio: entre todas la mataron (la matamos) y ella sola se murió.

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