Nueva Zelanda cría las primeras ovejas «bajas en emisiones de metano»

El primer programa genético del mundo para la cría de ovejas con una «baja emisión de metano», se encuentra en Nueva Zelanda. Este país consta de poco más de 4 millones de habitantes y casi 28 millones de ovejas, que producen el 20% de las emisiones contaminantes.

En general, el 80% de las emisiones totales de metano provienen del ganado vacuno y ovino. Con el fin de reducirlas, la organización Beef + Lamb New Zealand (B+LNZ) y el Consorcio Pastoral de Investigación de Gases de Efecto Invernadero (PGGRC, siglas en inglés) ha comenzado a implementar un programa genético basado en las mediciones de «valores de crianza», que identifican las características que se persigue potenciar para mejorar los rebaños.

Uno de estos valores es el nivel de emisión de metano, que cada ganadero implicado en el programa mide en una porción de su rebaño mediante unas «cámaras de acumulación» adaptables al remolcador de un camión que se desplaza hasta las granjas. Las ovejas pasan 50 minutos en estas cámaras aisladas en dos sesiones que se realizan en un período de 14 días para determinar cuánto metano emite cada una de ellas, sobretodo, cuando eructan o vomitan.

Los resultados permitirán a los criadores seleccionar los carneros que tienen un menor nivel de emisiones y utilizarlos para la reproducción

Este programa se basa en una investigación que comenzó hace diez años para aprovechar que cada oveja genera una cantidad distinta de metano y que las diferencias pasan a la siguiente generación. «Hemos trabajado en esta investigación desde 2008. Las mediciones han sido probadas durante unos seis años y ajustadas para medir los genotipos de los ejemplares reproductores», ha señalado Mark Aspin, director general de PGGRC.

Los resultados permitirán a los criadores seleccionar los carneros que tienen un menor nivel de emisiones y utilizarlos para la reproducción, en un proceso que dará resultados en unos dos años, los que tarda uno de estos animales en desarrollarse comercialmente.

Varios países, entre ellos Irlanda, Noruega o Australia, han mostrado interés por el programa, ha apuntado Aspin, que se mostró confiado en que su impacto aumente «a medida que los cambios genéticos se profundicen con cada generación».

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