César Lumbreras: PAC y nuevo orden mundial

El comisario de Agricultura ha anunciado los criterios de reparto de los fondos comunitarios, que todavía no se conocen

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Ganado en Cantabria. Imagen de Jaime Torre desde Serdio.

El nuevo comisario de Agricultura presentó la semana pasada su Visión sobre la Agricultura y la Alimentación de la UE, en la que se recogen las ideas básicas de la PAC que se aplicará a partir de 2028 y, fundamentalmente, los criterios de distribución del dinero que se asigne a esta política. Sin embargo, la cantidad total de «pasta» que habrá no se conoce todavía y dependerá de la negociación sobre el presupuesto global de la UE para el periodo 20282034, que se presenta muy complicada; sus resultados dependerán a su vez de una serie de hechos, tanto de política interna de la UE, como de los importantes cambios que se están registrando en la esfera internacional, que se han acelerado tras la vuelta de Trump a la Casa Blanca. En consecuencia, bien se puede afirmar que esas ideas de la Comisión Europea sobre la PAC del futuro son papel mojado, hasta que no se conozca esa cantidad total de dinero, para lo que todavía falta mucho.

El resultado de las elecciones en Alemania y la formación del nuevo Gobierno son claves para la negociación presupuestaria de la UE y, por lo tanto, para la futura PAC. Al margen de que se tratará de un Ejecutivo menos «verde», tendrá que fijar su postura sobre los ingresos de las arcas comunitarias, así como sobre la forma y manera en la que se gastarán esos fondos. En estos momentos la UE tiene tres prioridades adicionales a las existentes hasta ahora, que requerirán más fondos: aumentar la competitividad de su economía, especialmente recuperando la capacidad industrial, la digitalización de la misma y poner en marcha una política de defensa común, algo que se ha vuelto acuciante tras las advertencias que ha hecho Trump. Para ello hace falta más dinero. También harán falta más fondos para financiar la ampliación de la UE con la incorporación de Ucrania, una potencia agraria de primer nivel. Todo lo anterior depende de la compleja negociación interna de la UE, pero también de como se cierre el final de la guerra en Ucrania, si es que se produce, y de si desde Bruselas son capaces de parar los pies tanto a Estados Unidos como a Rusia, que, tal y como se ha puesto de manifiesto en la pasada semana, pretenden guisárselo y comérselo. ¿Permitirán Trump y Putin que avance la negociación para el ingreso de Ucrania en el club comunitario? Está por ver. ¿Qué dirán China e India al respecto? Estos dos países también son potencias importantes en el escenario mundial, y son muy dependientes del exterior en su alimentación.

Qué las arcas comunitarias van a necesitar más dinero, está claro. Ahora llega el meollo de la cuestión: ¿de dónde sale? Existen varias posibilidades: aumentar los recursos propios que transfieren los Estados miembros, algo a lo que se niegan algunos de ellos (ya veremos lo que dicen el nuevo Gobierno alemán); que la UE se dote de nuevos instrumentos de financiación de carácter directo adicionales a los ya existentes, lo que se traducirá en más impuestos y tasas para los ciudadanos, o aranceles a la importación; finalmente está la emisión de deuda mancomunada por los Estados miembros siendo corresponsables de la misma. Esta última es la preferida del Gobierno español para que el marido de Begoña pueda seguir gastando a manos llenas.

Sin embargo, los Países Bajos, y ahora veremos Alemania, se opone. Si finalmente no hubiese más dinero para las arcas comunitarias o se aumentase el presupuesto global en una cifra insuficiente para hacer frente a las nuevas necesidades (aumento de la competitividad, mayor digitalización o defensa) tocaría recortar las principales partidas del gasto actual, entre ellas la PAC, lo que nos llevaría a un escenario de menos dinero para los agricultores y ganaderos comunitarios en forma de ayudas directas, lo que afectaría de lleno a los españoles, ya que nuestro país es el segundo Estado más beneficiado por esta política.

Mientras se desarrolla la negociación habrá que estar muy pendientes de otro factor de política internacional: la guerra de los aranceles que se avecina. A la espera de que Trump concrete sus amenazas, existe el riesgo de que este último juegue a dividir a los Estados miembros, imponiendo, por ejemplo, aranceles para el aceite de oliva español, pero no al italiano. Si esa división llegase a plasmarse en la realidad, la posición de la UE quedaría muy debilitada. En resumidas cuentas, todo ello incidirá sobre la cantidad de dinero que reciba el campo español en ayudas a partir de 2028.

Artículo de César Lumbreras publicado en La Razón el 24 de febrero de 2025

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