Ya se ha puesto la primera piedra en el largo camino para preparar la Política Agraria Común (PAC) que se aplicará, en principio, a partir de 2028. Se trata de la presentación a mediados de la semana pasada de las conclusiones del Diálogo Estratégico que lanzó a principios de año, en medio de las protestas que protagonizaron los agricultores y ganaderos, la presidenta de la Comisión Europea. Lo que se plantea en ese documento es una nueva forma de repartir el dinero que se asigne a las ayudas de esta política. El problema radica en que todavía no se conocen los fondos que se otorgarán a la PAC en el nuevo Marco Financiero de la UE, que estará vigente en el periodo 2028-34, ya que no es lo mismo que haya que apretarse el cinturón o que la cifra sea generosa, algo bastante improbable. A la incógnita anterior hay que añadir otra también muy importante: se trata del resultado de las negociaciones para ampliar la UE con la entrada de Ucrania. Los contactos con este país han comenzado ya y se realizan por un procedimiento de urgencia dado el conflicto que vive con Rusia. Sin embargo, Ucrania es toda una potencia agraria, lo que provocará, por un lado, un gran desvío de fondos de la PAC a los agricultores y ganaderos ucranianos y, por otro, una serie de problemas comerciales, especialmente en los sectores de cereales y oleaginosas. A lo anterior habría que añadir otra incógnita: ¿sirven estas conclusiones para lograr uno de los objetivos fundamentales: simplificar la PAC y aligerar a esta política de la carga burocrática que soporta?
Los expertos que han participado en los debates sobre el Diálogo Estratégico plantean una reorientación de las ayudas directas, que dejarían de estar basadas en modelos de apoyo por hectárea, para concentrarse en los agricultores activos que más las necesiten; entre ellos se destaca a los pequeños y medianos agricultores y ganaderos, a los jóvenes, a los que se incorporen a la actividad, a las explotaciones mixtas y a las que estén ubicadas en zonas desfavorecidas y con dificultades naturales. También se especifica que a la hora de conceder estas ayudas se tendrán en cuenta que las explotaciones sean viables, pero tampoco se aclara mucho cómo se valorará esto. En este «papel» se insiste en que el sector agrario y agroalimentario debe ser sostenibles y se propone que se apoyen las prácticas más favorables para el medio ambiente y el clima tanto en agricultura como en ganadería, lo que supone dar un espaldarazo a las ayudas que se canalizan a través de los llamados ecorregímenes. Asimismo, se plantea que el sistema de pagos medioambientales tendría que centrarse en los resultados que puedan medirse mediante una serie de indicadores.
En lo que respecta a la ganadería, hay dos puntos importantes. El primero, que se apoya la revisión de la normativa sobre bienestar animal pero, a la vez, los autores consideran que debe tenerse en cuenta el impacto socioeconómico para los ganaderos. En materia de consumo sugiere que se pongan en marcha sistemas para animar a reducir el consumo de carne y también apoyara los ganaderos a dejarla actividad, introduciendo planes de reconversión voluntarios en zonas con una carga ganadera muy intensa. También plantean que se cree un Fondo de Restauración de Naturaleza, financiado con dinero ajeno a la PAC, para apoyar medidas dirigidas a lograr los objetivos fijados en la Ley de Restauración de la Naturaleza, que acaba de entrar en vigor. Asimismo, se apuesta por reforzar la posición de los agricultores en la cadena alimentaria, mejorar la transparencia a lo largo de la misma, apoyar la cooperación del sector primario y combatir las prácticas comerciales desleales.
Finalmente, en el citado documento se aborda también uno de los principales problemas que tiene en estos momentos el campo de la UE: la falta del relevo generacional. Los autores piden que la próxima PAC incluya un plan de acción específico para apoyar el relevo generacional y que se aborden las dificultades para acceder a la tierra. Es importante que las citadas conclusiones se hayan aprobado por unanimidad, pero también es verdad que se trata de planteamientos muy genéricos. Las cosas se complicarán cuando llegue el momento de concretar las medidas y, sobre todo, al repartir el dinero entre las distintas políticas de la UE y, luego, dentro del asignado a la PAC, por sectores y también por Estados miembros. En resumen, que estamos ante un catálogo de buenas intenciones plagado de interrogantes.
Información de César Lumbreras publicada el 9 de septiembre en La Razón