Comienzo con un ejemplo: si se sale de Córdoba por la autovía que va hacía Málaga se puede comprobar que múltiples parcelas se han plantado de olivos intensivos o superintensivos; hasta hace muy poco tiempo esas tierras estaban dedicadas a los cereales y el girasol, en una parte de secano y en otra de regadío.
En esa misma zona y en otras muchas de España se han sustituido también estos cultivos anuales por plantaciones de almendros en forma de seto y con régimen de producción intensivo o superintensivo. Eso mismo ha pasado en otras áreas de España con estas mismas producciones y también con otras como los nogales y diferentes frutales.
En resumen, durante los últimos años se registra en el subsector agrícola el mismo acontecimiento que se dio hace ya unas décadas en la actividad ganadera, especialmente en el porcino, tanto blanco como ibérico (aunque este último con más retraso), el vacuno de carne, en el que se han multiplicado los cebaderos, una parte del ovino tanto de leche como de carne, y, por supuesto, la avicultura de puesta y carne así como los conejos.
Factores económicos al margen, que esos bien merecen otro artículo, cabe preguntarse ¿cómo casa esta evolución hacia modelos de producción intensivos o superintensivos con las últimas propuestas hechas por la Comisión Europea, encaminadas a modelos más respetuosos con el medio ambiente y a la lucha contra el cambio climático? En resumidas cuentas, podría decirse que desde Bruselas plantean métodos y sistemas de producción más extensivos, o al menos eso es lo que parece deducirse de las estrategias “de la granja a la mesa” y “biodiversidad horizonte 2030” presentadas durante la pasada primavera.
De momento tan solo se conocen las líneas generales de la nueva orientación de la PAC, que deberán concretarse en los próximos meses e incluirse en los Planes Estratégicos, que presentará cada uno de los Estados miembros en 2021 para su aplicación a partir de 2023.
Estamos, por lo tanto, ante el gran debate de fondo a corto y medio plazo en torno a la PAC. Las preguntas son muy sencillas de plantear y difíciles de responder porque habrá opiniones diversas: ¿son sostenibles y respetuosos con el medio ambiente los métodos de producción intensivos y superintensivos, que han proliferado por doquier? ¿Están estos últimos en línea con la filosofía imperante en Bruselas caracterizada porque “lo verde” lo impregna todo?
No hay que olvidar que el 40 por ciento del total de fondos de la PAC durante el periodo 2021-27 deben estar vinculados a la lucha contra el cambio climático y al cumplimiento de más requisitos medioambientales. Todos aquellos agricultores y ganaderos que anden pensando en dar un vuelco a su actividad, orientándose a modelos más intensivos, harán bien en plantearse estas preguntas y buscar respuestas antes de meterse en inversiones cuantiosas.
Por César Lumbreras