Luis Planas quiere ejercer de árbitro. Luis Planas quiere ejercer de facilitador. No lo digo yo. Lo ha dicho él mismo esta semana durante una intervención ante la Comisión de Agricultura del Congreso de los Diputados para hablar, entre otras cuestiones, de la negociación de la próxima PAC que se aplicará a partir de 2023. De lo que dijo parece como si, a la vista de la que se ha montado, ahora quisiese dar marcha atrás y ponerse de perfil, como ha hecho durante toda su carrera política, y “largar” la responsabilidad de conseguir un acuerdo a otros, en este caso a las Comunidades Autónomas.
Lo destaca bien claro la nota oficial del Ministerio: “en la negociación española el papel del ministro será el de facilitador para lograr un gran pacto entre las 17 comunidades autónomas que tienen que ponerse de acuerdo entre sí”. Vamos, como si no fuese la cosa con él. Pero es que Planas dijo más: “actuaré también como árbitro”, en la conferencia sectorial de finales de mayo para alcanzar un gran acuerdo nacional en torno a la política agraria.
Todo huele a que ahora, visto el follón que tiene montado, pretende huir, quitarse de en medio y reducir su papel al de “árbitro” y “facilitador”. Si es así, cabe preguntarse quién va a redactar la propuesta global sobre la que tendrán que negociar los consejeros. Ahí van tres ejemplos de lo que debería incluir: número de regiones productivas que van a quedar en España; desaparición, o no, de los llamadas derechos históricos y definición de la figura de agricultor genuino. En el caso de los dos primeros, Planas ya se pronunció de forma bastante clara en julio a favor de reducir mucho el número de regiones y de la desaparición de los derechos históricos.
En su nuevo papel de “árbitro” y “facilitador”, ¿mantiene las mismas ideas o ha cambiado de posición? Ya va siendo hora de que, como he escrito en otras ocasiones, el ministro de Agricultura, Luis Planas, deje de marear la perdiz, asuma sus responsabilidades y presente sus propuestas concretas. Vamos, que haga algo de una vez, salvo que ahora quiera dedicarse solamente a tocar el silbato en el partido que, según él, deben protagonizar los consejeros, con el riesgo de que le tomen por el pito del sereno.