Pueden parecer dos hechos anecdóticos, pero no lo son. Luis Planas es, junto al vicepresidente Pablo Iglesias y otros dos ministros, el miembro del Gobierno que recibe una puntuación más baja en el último barómetro del CIS. El titular de Agricultura suspende con un 3,4, mientras que la ministra de Economía llega hasta el 5, cosechando la nota más alta, con un aprobado raspado. Planas sigue así en el farolillo rojo, puesto que no ha abandonado desde que llegó al Ejecutivo hace casi dos años y medio. Pero es que, además, sigue «desaparecido» para los encuestados, ya que el 62,2% no conoce al ministro encargado de la política agraria.
Bien es verdad que en este caso no es farolillo rojo, porque hay tres miembros del Gobierno que son todavía más desconocidos, destacando el de Justicia, Juan Carlos Campo, al que no conocen el 68,6%. También es verdad que esos tres ministros llevan en sus puestos desde principios de 2020, mientras que Planas ocupa el caserón de Atocha desde hace casi dos años y medio. Es lo que tiene ser gris e intentar pasar desapercibido, poniéndose de perfil permanentemente, para que los problemas no le salpiquen, arte en el que Planas es un consumado maestro desde que comenzó oficialmente en esto de la política en 1982, cuando fue elegido diputado por Córdoba en las listas socialistas.
Ahora no va a tener más remedio que coger el toro por los cuernos y cerrar un acuerdo sobre la nueva PAC en España con las autonomías. De momento, de los planes que Planas hizo públicos en julio y de sus declaraciones de los últimos días se desprende que hay dos perjudicadas: Andalucía y Castilla y León, justo las que reciben más fondos y ambas gobernadas por el PP. Lo tiene muy crudo.