Hoy este Pregón va a ser más breve de lo habitual, porque creo que no hacen falta muchas palabras para recordar y honrar a las mujeres rurales, especialmente a las que nos precedieron. Hoy hace 14 años que se conmemoró por primera vez el Día Internacional de la Mujer Rural. Desde entonces esta celebración ha ido cogiendo cada vez más fuerza. Y es bueno que así sea.
Desde estos micrófonos quiero rendir un homenaje a las mujeres rurales de hoy en día, que tienen la posibilidad de plantear sus reivindicaciones gracias a iniciativas como esta puesta en marcha por la ONU. Bien se puede decir que Santa Teresa de Jesús, cuya fiesta se celebra hoy, también fue una mujer rural y una auténtica revolucionaria para aquellos tiempos, llegando a ser investigada por los tribunales de la época. Algunas de sus 17 Fundaciones siguen hoy en un medio eminentemente rural.
Llegados a este punto quiero acordarme de esas mujeres rurales que nos precedieron, de nuestras madres, de nuestras abuelas, de nuestras bisabuelas, de sus hermanas, que sacaron adelante a sus familias en tiempos muy complicados, tanto desde el punto de vista económico como desde el social, y que no tuvieron el reconocimiento que se merecían en su momento. Podría recitar ahora los nombres de esas mujeres, pero dejo que cada uno haga ese ejercicio mental, que ponga aquí el nombre de su madre, de su abuela, de su tía. Estoy seguro que muchos de nosotros reconoceremos en ellas a una mujer rural, que vivió toda su vida en un pueblo, o que emigró a la ciudad, acompañando a su familia para buscar un futuro mejor para los suyos, pero que nunca se olvidó de sus orígenes rurales. Gracias, gracias y tres veces gracias a todas ellas. Sin ellas, hoy ninguno estaríamos aquí.