A la hora de escribir estas líneas seguimos sin saber nada ni del Ministerio de Agricultura, si seguirá o no como tal, ni de su titular. Sobra aventurar cualquier hipótesis, a la vista de la forma de actuar de Pedro Sánchez. Sin embargo, poco a poco se van perfilando los contornos del futuro Gobierno y sus posibles repercusiones sobre el departamento encargado de la política agraria. Lo último ha sido el anuncio de que habrá una cuarta vicepresidencia de Transición Ecológica y Reto Demográfico, al frente de la que estará Teresa Ribera, que, tal y como andan las cosas, será la ministra de Agricultura de verdad, tanto si se mantiene este departamento, como si no.
La creación de esta vicepresidencia entra dentro de la lógica de Pedro Sánchez. De entrada, porque uno de sus asuntos favoritos, ejemplo y símbolo de su nueva política progresista, es todo lo relacionado con el cambio climático y la transición ecológica. Resumido en dos palabras: “lo verde”. Quien metió esa idea en la cabeza de Sánchez fue justamente Teresa Ribera, una auténtica experta en el tema, patinazos incluidos, por lo que también es lógico que sea ella la que esté al frente; además, esta última es una de las personas de absoluta confianza del presidente del Gobierno. Por si lo anterior no fuese suficiente, hay otros tres argumentos a favor de la creación de la vicepresidencia.
El primero es que, de esta manera, el Gobierno español se alinea con las tesis y la situación que se vive en Bruselas, donde la nueva Comisión Europea ha hecho del Pacto Verde europeo el eje central de su actuación política, económica y social durante los próximos cinco años. Tanta importancia se da a la cuestión que el vicepresidente primero, el holandés Timmermans, será el encargado de pilotar las actuaciones, a las que estarán supeditadas las demás políticas, incluida la PAC; el comisario de Agricultura debe reportarle.
En segundo lugar, la política de medio ambiente, transición ecológica y lucha contra el cambio climático es de carácter transversal y afecta a numerosos Ministerios, por lo que se necesita algo más que un ministro o ministra para coordinar y tomar decisiones en caso de conflicto entre departamentos; ahí es donde aparecerá la figura de la vicepresidenta Ribera.
Por último, y no menos importante, hay que entenderlo en clave de política interna, porque los de Podemos, con Pablo Iglesias a la cabeza, se han quedado con todo lo relativo a la Agenda 2030, que incluye los objetivos de desarrollo sostenible, algo que podría hipotecar las restantes políticas; dicho de otra manera, si no se hubiese nombrado a Ribera vicepresidenta se podría haber dejado a Iglesias las manos libres para meterse en todos los charcos de cambio climático, desarrollo sostenible, transición ecológica o reto demográfico, mientras que ahora lo tendrá más difícil siendo Teresa Ribera vicepresidenta y no una simple ministra.
Como ya he escrito en más de una ocasión, el verdadero comisario de Agricultura en la sombra va a ser el holandés Timmermans, al que deberá rendir cuentas el polaco Janusz Wojciechowski. Pues bien, siguiendo la estela comunitaria, la verdadera ministra de Agricultura en España será Teresa Ribera, porque la política agraria va a quedar supeditada también a “lo verde”. Si a eso añadimos que esta última se ocupará también del reto demográfico, asunto clave en la política rural, nos encontramos con el cierre del círculo. En resumen, que, tanto si hay Ministerio de Agricultura como si no, tanto si se nombra un ministro o ministra específico como si no, la que va a mandar de verdad en la política agraria será Teresa Ribera, siempre y cuando tenga tiempo.