Los ministros de Agricultura de una buena parte de los Estados miembros de la UE han pedido más libertad para aplicar la PAC en sus respectivos territorios. Malo, malo.
Celebramos estos días el 60 Aniversario de los Tratados de Roma y de la creación de la entonces Comunidad Económica Europea (CEE) y de la PAC. Y lo hacemos en medio de la crisis más importante de la UE, su heredera, y con esa política, la única común que ha existido en estos sesenta años, en el punto de mira. Y eso no es bueno.
Pueden tener su parte de razón los ministros en su petición, porque la agricultura y la ganadería de Suecia y la de España, por poner dos ejemplos, tienen muy poco que ver, pero eso encierra un grave peligro para el futuro de la PAC.
Si esta política es cada vez menos común y pierde la C, ¿qué razones y justificaciones hay para que la siga pagando el presupuesto común?
Este argumento ya se utilizó años atrás cuando se estaba negociando la PAC actual. En ese momento, los países miembros de lo que yo denomino «el eje del mal«, del que formaban parte el Reino Unido, Holanda, Dinamarca y Suecia, entre otros, plantearon dos peticiones: la primera, que la PAC pasase a mejor vida y, la segunda, para el caso de que no se lograse la anterior, fue que la UE dejase poco a poco de financiarla.
Insistieron, para ello, en que, entre las medidas que había planteado la Comisión Europea, figura ya dejar más libertad a los Estados miembros para que aplicasen el conjunto de lo decidido en Bruselas a su manera.
Ahora se vuelve por el mismo camino. Llegados a una situación extrema, la de la desaparición de la PAC, ¿alguien se imagina al dúo Rajoy-Montoro de turno poniendo los más de 6.000 millones de euros que llegan a España por la vía de la PAC con cargo al presupuesto nacional? Yo no lo veo.