Pedro Solbes, uno de los mejores ministros de Agricultura que ha tenido el campo español, ha fallecido este fin de semana en Madrid. Su paso por este departamento fue más breve de lo que necesitaba el campo español en esos momentos (entre 1991 y 1993), pero muy intenso.
Tuvo que enfrentarse a los graves problemas que había provocado ya la entrada de España en la Comunidad Económica Europea (CEE) y lo mal que se negoció el capítulo agrario del Tratado de Adhesión en algunos sectores, como el de la leche. Además de hacerse cargo de la negativa herencia recibida de su predecesor, Carlos Romero, negoció la primera gran reforma de la PAC desde que esta se había creado: el sistema de precios garantizados y medidas de intervención de mercado dio paso al régimen de ayudas directas desvinculadas en su mayor parte de la producción, que, con diversos cambios, sigue vigente todavía.
Solbes salió del Ministerio de Agricultura en 1993, para ocuparse de la cartera de Economía y Hacienda en los últimos gobiernos de Felipe González; previamente, desde 1985 hasta 1991 había sido secretario de Estado para la UE.
En esos puestos Solbes tuvo siempre sensibilidad por los temas agrarios, punto muy importante para alguien que ocupa cargos de tanta relevancia.
Con Aznar, fue propuesto y designado comisario europeo y se encargó de los asuntos económicos y de pilotar la llegada del euro. También desde este puesto tuvo una especial sensibilidad hacia los temas agrarios y ayudó en Bruselas, dentro de sus posibilidades, cada vez que el campo español tuvo algún problema.
Cuando Zapatero ganó las elecciones en marzo de 2004, Solbes retornó a España para ser ministro de Economía y Hacienda. Fue más por responsabilidad y sentido de Estado que por apetencia personal: se lo pidieron Felipe González y los empresarios para evitar que Zapatero perpetrase disparates; logró parar algunos, mientras que tuvo que tragar con otros.
En la segunda legislatura de Zapatero aceptó continuar y fue ascendido a vicepresidente, pero duró poco.
Desde todos estos puestos también mantuvo esa sensibilidad hacia los problemas del campo, aunque ya no tenía responsabilidad directa sobre la política agraria y, siempre que pudo, apoyó.