Coincidiendo con la celebración, recientemente, del Salón Internacional de la Agricultura en París se ha recordado una trágica estadística del campo en Francia: cada dos días se suicida un agricultor. Aparte de los problemas económicos, los agricultores y ganaderos sienten que no se reconoce su labor.
Éric de la Chesnais, periodista y agricultor que ha estudiado el asunto, señala que una de las causas principales que llevan a un productor al suicidio es el elevado nivel de endeudamiento que afrontan muchos de ellos y la sensación de fracaso que ello conlleva.
Un ganadero de porcino me dijo que «había tomado la decisión de acabar con su vida si su deuda llegaba a los 150.000 euros»
«Un ganadero de porcino de Normandía me confesó un día -cuenta De la Chesnais- que el hecho de que me hubiera interesado por él en un reportaje funcionó como una terapia para él y que ese gesto le permitió evitar el suicidio. Me dijo que había tomado la decisión de acabar con su vida si su deuda llegaba a los 150.000 euros, una cantidad que le sería imposible reembolsar. Este hombre tenía un profundo sentido del honor y un sentimiento de culpabilidad con respecto a la granja que le había transmitido su padre. Para él era insoportable fracasar allí donde sus ancestros habían tenido éxito, sin comprender que él no era responsable de su situación y que los motivos de su fracaso eran externos».
«Agr’écoute», una oficina de prevención del suicidio de los agricultores, recibe miles de llamadas al año. En el primer semestre de 2016 atendió 1.700 llamadas, es decir, 285 al mes, tres veces más que en 2015. A pesar de esa atención, cada dos días se suicida un agricultor en Francia.
Posibles soluciones
Entre las soluciones figuran, según De la Chesnais, un cambio en la relación de fuerzas en la cadena alimentaria. «No es normal trabajar a pérdidas (…). Solo con ventas a precios decentes podrán los agricultores y ganaderos vivir dignamente de su trabajo. Este era el reto de los Estados Generales de la Alimentación: invertir la formación del precio, para que no sea la gran distribución la que dicte su ley sino partir del coste de producción del agricultor. A día de hoy estamos lejos de eso».
Por otro lado, añade, la desregulación de los mercados (el fin de las cuotas lácteas, por ejemplo), ha sido beneficiosa para grandes productores, industriales y supermercados pero no para los productores.
A ello hay que añadir otros muchos problemas del sector agrario, como el hecho de que la agricultura sea sistemáticamente la moneda de cambio en los acuerdos de libre comercio,…