Primer dato a considerar: la tierra, especialmente la destinada a usos agrícolas es limitada. Hay la que hay en todo el mundo y ya está. Solo podría aumentar mediante la deforestación, por ejemplo, de la Amazonía, lo que parece que no procede, y aun así tendría un tope. Segundo dato a tener en cuenta: corren unos tiempos en los que los precios de los alimentos se han disparado como consecuencia de la confluencia de una serie de factores, entre ellos el descenso de la producción y por lo tanto de la oferta.
Y tercer dato para reflexionar, que es más bien una pregunta: teniendo en cuenta las dos premisas anteriores y la necesidad de alimentar a un número cada vez más creciente de personas en todo el mundo, ¿a qué se debe dedicar la tierra apta para la agricultura y la ganadería? Siguen las preguntas: ¿se debe usar con carácter prioritario para la producción de alimentos? ¿Se debe utilizar para los cultivos destinados a la producción de biocombustibles (cereales, oleaginosas o remolacha)? ¿Acaso se debe dar prioridad en su uso a la instalación de placas solares, fotovoltaicas o «molinillos» para la producción de energía eólica? Por último, ¿se debe dedicar la tierra a frenar el cambio climático, potenciando su papel como sumidero de gases de efecto invernadero para frenar el cambio climático? Y todo ello sin olvidar al fenómeno de las tierras raras, que también está ahí.
¿A qué se debe dedicar la tierra apta para la agricultura y la ganadería?
El tema que planteo hoy es de los de fondo y, acuciados por otros asuntos más urgentes, puede considerarse como menor. Y no lo es. En los últimos años han proliferado otros usos de la tierra diferentes al que consideramos tradicional, que es la actividad agraria encaminada a la producción de alimentos. Nuestros campos se están llenando de huertos solares, granjas fotovoltaicas o molinillos, que comienzan a suscitar un rechazo creciente en muchas zonas.
No son pocos los agricultores que han orientado sus tierras a estas otras actividades por la simple razón de que dan más dinero y son más rentables. Y ya son algunos los que están recibiendo ofertas por sus tierras a precios más elevados de los de mercado para destinarlas a lo que se llama «agricultura baja en carbono». Todo ello ha provocado que el Comité de las Regiones de la UE haya hecho una advertencia muy clara: “no se debe animar a los agricultores a cultivar menos”. El debate está servido.
P.D. Atención en las próximas horas a la página del FEGA en internet. En ella se comunicarán antes del día 1 de marzo los nuevos derechos de ayudas de la PAC, las nuevas regiones y, en definitiva, el dinero que recibirán en ayudas para este año gracias al Plan Estratégico de Planas. Se avecinan muchos “sablazos”.