Tras los últimos ataques a animales vivos en Las Merindades (Burgos), donde han matado a una vaca y dos terneros recién nacidos, la Alianza por la Unidad del Campo ha pedido a la Junta de Castilla y León zonas controladas para alimentar a los buitres y que se compense a los ganaderos afectados.
Según la técnico de COAG en la zona, Verónica Peña, en las últimas semanas los buitres mataron primero a un ternero recién nacido en Oteo de Losa y acabaron con otro y una vaca que acababa de parir un ternero muerto en una finca situada a poco más de un kilómetro de Espinosa de los Monteros.
En este sentido, uno de los ganaderos afectados, Jesús Fernández-Vallejo, ha explicado que apenas pasaron dos horas desde que nació el ternero hasta que acudieron a la finca para ver cómo se encontraba y le encontraron muerto, con el cordón umbilical picoteado y decenas de buitres que levantaban el vuelo.
Pocos días después, los buitres acabaron también con una vaca que se encontraba muy débil y estaba tumbada tras parir a un ternero muerto.
Ante esta situación, Verónica Peña ha insistido en que «no es lógico» que los ganaderos tengan que pagar un seguro de responsabilidad civil por los daños que puedan ocasionar sus animales y, sin embargo, no tengan ninguna cobertura ante los ataques de los buitres, salvo que suscriban otro seguro para cubrir ese riesgo.
En el caso de los buitres, los ganaderos afectados ni siquiera dan parte de los ataques porque saben que nadie les va a compensar
Los ataques de los lobos están contabilizados porque hay un sistema de indemnizaciones. Sin embargo, en el caso de los buitres, los ganaderos afectados ni siquiera dan parte de los ataques porque saben que nadie les va a compensar.
Las organizaciones agrarias han intentado denunciar estos ataques para que la Junta de Castilla y León se haga cargo, pero sistemáticamente se archivan las denuncias por falta de pruebas, ha apuntado la técnico de COAG.
Ademas, ha planteado la necesidad de crear zonas controladas para alimentar a los buitres, tras la prohibición de depositar animales muertos en el campo que se estableció durante la epidemia del ‘mal de las vacas locas’ y sigue vigente, lo que hace que estas aves carroñeras no tengan suficiente alimento y lo busquen por otros medios, atacando a animales indefensos.
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